Tengan cuidado ahí fuera
FUENTE: TRIBUNA ABC
- Aunque el autor es consciente de que hay sectores profesionales que, siendo imposible enumerarlos a todos, estos días están demostrando lo importante que es su labor y lo poco considerada que ha estado hasta ahora, como es el caso de la sanidad, también hay otros sectores que están colaborando activamente.
Comienzo titulando estas reflexiones recordando al sargento Esterhaus (Michael Conrad) cuando despedía a sus agentes tras la rutinaria charla matinal, con la frase que hizo famosa la serie «Canción triste de Hill Street», emitida durante los años ochenta, porque creo que resume muy bien el estado de ánimo en el que nos encontramos cuando parece que vamos a pasar a la segunda fase de la situación excepcional provocada por la pandemia del coronavirus Covid-19.
Aunque el autor es consciente de que hay sectores profesionales que, siendo imposible enumerarlos a todos, estos días están demostrando lo importante que es su labor y lo poco considerada que ha estado hasta ahora, como es el caso de la sanidad, también hay otros sectores que están colaborando activamente, de una forma menos arriesgada y más anónima, y que deben aprovechar esta crisis para extraer una serie de lecciones estratégicas.
Como sociedad, vamos hacia el momento más difícil, el de asomar la cabeza y empezar a ver un panorama que ya hemos ido intuyendo en mayor o menor medida. Y antes de que nos atrevamos a soñar con el mundo que dejamos hace tan solo poco más de un mes y medio, y que ahora nos parece tan lejano, probablemente invadidos por la nostalgia de lo vivido, quiero compartir unas reflexiones sobre el sector de la ingeniería civil, que podrían extenderse al de la ingeniería en su conjunto.
De repente, nos hemos visto inmersos en una crisis social, de salud, económica y política muy grave, en la tragedia colectiva más grave que nos ha tocado vivir a una generación, y que está afectando de lleno, y de una forma muy triste e inhumana, a quienes habían vivido ya, directa o indirectamente, la anterior tragedia colectiva que supuso nuestra Guerra Civil.
Como en cualquier crisis, son muchas las enseñanzas y oportunidades que deberíamos analizar y aprovechar. Pero en este caso, según mi opinión, son tres, relacionadas entre sí, las que el sector de la ingeniería civil debe acometer de una forma más urgente: la seguridad y salud, la transformación digital, y la recuperación del sitio que corresponde a nuestras actividades y servicios.
En primer lugar, desde el punto de vista de la seguridad y salud en el trabajo, esta pandemia nos está recordando que existen unos requisitos y procedimientos de prevención que, más allá de meros trámites administrativos monótonos y molestos, deben suponer unos medios eficaces y fundamentales para reducir los accidentes de trabajo y las enfermedades profesionales, garantizando las condiciones del trabajo.
La Salud y el Bienestar son los Objetivos de Desarrollo Sostenible nº 3, definidos en la Agenda 2030, y ahora más que nunca debemos darnos cuenta de su importancia sobre las actividades que desarrollamos, sean cuales sean, debiendo prevalecer en todo momento. Alguien debería reflexionar sobre cómo hemos podido llegar a ser tan ineficaces sobre estos objetivos tan básicos, con la experiencia, conocimiento y herramientas de las que disponemos ya metidos en el siglo XXI.
No debemos olvidar, por ejemplo, que un virus tan común y habitual como el de la gripe afecta todos los años en España a más de 500.000 personas, es responsable del 20% de las bajas laborales y provoca más de 6.000 muertes. Es un buen momento para ser conscientes de la efectividad que podría tener el adoptar medidas de higiene y protección que ahora estamos utilizando de forma habitual para evitar los contagios (mascarillas, guantes, gafas, higiene, distancias…) y que antes observábamos extrañados en muchos turistas asiáticos o en películas apocalípticas.
En segundo lugar, esta emergencia nos ha obligado a recluirnos y a intentar trabajar y vivir en modo online, a distancia y desde casa, lo cual ha sido posible gracias a las tecnologías disponibles (TICs). ¿Alguien se imagina esta pandemia hace tan solo 20 años? ¿Y antes de internet, en esos años ochenta en los que ya el sargento Esterhaus nos recomendaba precaución extrema al salir a la calle?...
En muchos casos, gracias a estrategias de transformación digital llevadas a cabo con anterioridad, estamos siendo capaces de mantener nuestras actividades incluso al 120 por cien, y aquí pongo por caso el de mi actividad docente. En la Universidad Alfonso X el Sabio hemos continuado con el curso, desde el primer día y de forma completamente digital, y así lo vamos a concluir, con garantía de que nuestros alumnos están adquiriendo todas las competencias y conocimientos establecidos. Y aunque a día de hoy no sea la mejor forma posible, porque tanto los profesores como los alumnos seguimos prefiriendo esa afectividad que las tecnologías disponibles todavía no logran transmitir, sí ha resultado ser una forma adecuada y eficaz para las circunstancias que nos ha tocado vivir.
De la misma manera se están abordando multitud de jornadas y eventos promovidos por asociaciones y empresas mediante webinars y otros sistemas que, recordando que para algunos no es la mejor forma de entre las posibles, sí podemos decir que están resultando muy interesantes, están teniendo un alcance internacional, y a nadie le debe caber ninguna duda de que nos están acercando al futuro.
Por lo tanto, esa transformación digital por la que muchos como quien escribe estas líneas llevamos años abogando, como estrategia básica de cualquier sector unida a la innovación y sostenibilidad, se nos ha hecho ahora necesaria y urgente, mostrando la gran cantidad de ventajas que puede suponer su implantación en cualquier organización, ya sea pública o privada, sobre sus procesos y servicios.
Al autor hay momentos digitales que le están recordando mucho a la implantación del correo electrónico, ¿alguien piensa que sabremos seguir trabajando sin ello? No cabe duda de que esta crisis está suponiendo un impulso para la transformación digital de nuestra sociedad, y sin posibilidad de retorno. Se están produciendo muchos más cambios de los que se ven a simple vista.
Una de las características que van a marcar el principio de la vuelta a una vida normal será que vamos a intentar recuperar lo antes posible las visitas a nuestros lugares próximos (en todos los sentidos), bajo las condiciones de seguridad necesarias, mientras que no tendremos prisa por recorrer grandes distancias e incrementaremos nuestras visitas virtuales a lugares lejanos, donde ya no tendremos más límite que nuestras decisiones. Y todo ello gracias a la digitalización.
Ahora bien, no se debe olvidar que la transformación digital sigue pasando, independientemente del grado de urgencia de su aplicación y desarrollo, por las personas, y por lo tanto solo lograrán transformarse de verdad aquellas organizaciones que sepan establecer un organigrama de implantación formado por aquellos miembros que sean verdaderamente «digitales», coincida o no con el organigrama ejecutivo.
De no ser así, replicarán otra situación también relacionada con la aparición de internet y vivida por el autor de este artículo, en aquellos años en los que las decisiones sobre el desarrollo de la primera página web de la empresa recaían en unos directivos que no usaban ordenador. Esta imagen, que a los más jóvenes les costará entender, nos resulta muy familiar a los mismos que veíamos esas series de los años ochenta en la televisión.
Por último, y como premisa básica para que podamos poner en marcha todo lo anterior, el sector de la ingeniería civil debe reclamar a la sociedad el sitio que le corresponde, y muy especialmente ante el panorama económico que se presenta para los próximos años. Si bien es verdad que muchos sectores de nuestra economía sueñan con volver a la situación inicial, al minuto cero antes de declararse el estado de alarma, el sector de la ingeniería civil en particular, y el de la ingeniería en general, no pueden conformarse con una situación en la que el reconocimiento en forma de inversiones no llegaba al mínimo necesario.
Así, durante esta crisis, el servicio prestado por nuestras infraestructuras, como es el caso de las carreteras y servicios anexos (transporte. restauración, logística, etc.), ha mostrado su carácter de servicio público esencial y necesario. Podemos trasladar esto al resto de infraestructuras y servicios: ferrocarriles, obras hidráulicas, puertos, aeropuertos, redes y centrales de energía, transporte público, servicios urbanos, etc.
Incluso, muchas de ellas son consideradas, y así se han comportado, como infraestructuras críticas, que son aquellas cuya interrupción o destrucción tendría un impacto mayor en la salud, la seguridad o bienestar económico de los ciudadanos o en el eficaz funcionamiento de las instituciones del Estado y de las Administraciones Públicas, según define el Plan Nacional de Protección de Infraestructuras Críticas.
Solo en nuestra red de carreteras, esa operatividad ha sido posible al trabajo de más de 5.000 personas que durante este tiempo han seguido prestando sus servicios para su conservación y explotación, para facilitar una actividad tan esencial y necesaria como el transporte por carretera. Si a ello le sumamos el resto de servicios que comentábamos empezamos a ser conscientes de la complejidad que conlleva el hecho de que estos servicios hayan funcionando correctamente, gracias a la disposición de una ingente cantidad de recursos, tanto materiales como humanos.
Por ello debemos unirnos y aprovechar este momento para reivindicar ante la sociedad lo que significan de verdad estos servicios, que se han mostrado como parte esencial de nuestro pretendido estado del bienestar, mostrando el valor añadido que aportan las adecuadas y necesarias inversiones para garantizar sus condiciones óptimas, que a día de hoy no lo son.
La sociedad tiene el deber de reconocer mejor, a partir de ahora, a esas profesiones que tan bien viene reflejando este diario en su página diaria titulada «ABC rinde homenaje a nuestros héroes», donde se da las gracias a personas con desempeños concretos, con su nombre y apellidos. En octubre de 2019 la Asociación de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos y de la Ingeniería Civil presentó el informe «Las obras y servicios públicos a examen. España, Informe 2019». En este informe se ha comparado el estado de nuestras infraestructuras con el de otros países de Europa, analizando su desarrollo y evolución a lo largo de los últimos años.
Las conclusiones más importantes han sido que en todas ellas deben realizarse actuaciones de mejora y acondicionamiento, que se requiere una importante financiación para recuperar los efectos de la falta de inversión de los últimos años, y que resulta imprescindible alcanzar un gran acuerdo político para estabilizar las inversiones en las obras públicas.
Además, se hace necesaria la adaptación de las infraestructuras civiles y sus equipamientos a las nuevas tecnologías, a la evolución de la demanda, y a las nuevas formas de uso, como puede ser el caso de la movilidad autónoma y conectada en el caso de las carreteras. Y teniendo en cuenta las estrategias básicas ya citadas de innovación y sostenibilidad, incluyendo su necesaria adaptación frente al Cambio Climático.
A todo ello debemos sumar el efecto multiplicador que podría tener sobre la economía la necesaria reactivación de los proyectos y obras pendientes de ejecutar, así como realizar las inversiones necesarias para un mantenimiento y conservación adecuados de nuestras redes de infraestructuras. El 25 de septiembre de 2015, los líderes mundiales adoptaron un conjunto de objetivos globales para erradicar la pobreza, proteger el planeta y asegurar la prosperidad para todos, en forma de 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, como parte de una nueva agenda de desarrollo sostenible, la Agenda 2030.
Cada objetivo tiene metas específicas que deben alcanzarse en los próximos nueve años y medio, de las cuales estamos muy alejados. Y para alcanzar estas metas, los servicios prestados por las redes y sistemas de infraestructuras son una parte fundamental. Aprovechando que tras las crisis todas las sociedades tienden a replantearse sus prioridades, podemos estar ante una ocasión única para recordar a la sociedad el valor añadido y esencial que aportan los servicios prestados por las infraestructuras y los trabajadores implicados en ellas.
Como nos recordaba Enriqueta Vila en La Tercera de ABC del viernes 24 de abril, tenemos un antecedente completo en la gran peste negra de 1348, que asoló el mundo europeo y el imperio romano bizantino, lo cual dio comienzo a una nueva Era. Intentemos, por lo tanto, más que volver al mundo donde lo dejamos, ocupar el puesto que nos debería corresponder por derecho en ese nuevo mundo que tendremos que reconstruir entre todos.